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Manejo de las emociones después de la pandemia


Escrito por: Liliam Helena Lizcano C.
Abogada - UNICIENCISTA.
Administración Educativa - UCC.
Especialista en Derecho de Familia - UNAB.
Especialista en Educación Virtual - UNAB.
Especialista en Orientación Escolar, Familiar y Comunitaria - UNIPAMPLONA.


Mucho se ha dicho de los efectos de la pandemia en las relaciones humanas, en la forma como se afectaron las emociones; profesionales en la materia han concluido que a nivel general se evidenciaron y acentuaron emociones como: la desesperanza, la ansiedad, la paranoia, el miedo al regreso, el agotamiento mental, la soledad etc. Todas estas emociones parecieran hacer parte de un sentimiento colectivo donde, sin lugar a dudas se incrementa también el grado de susceptibilidad, conllevando a seres más reactivos que se desbordan emocionalmente ante situaciones externas; la falta de tolerancia, que incide en el aumento de violencia intrafamiliar; percepción de un nivel mínimo de empatía frente a cualquier persona que presta un servicio y que por el solo hecho de que su respuesta no sea positiva, se exacerban los ánimos hasta mostrar actitudes destructoras, llegando incluso a causar lesiones físicas a enfermeras, vigilantes, empleados de empresas de transporte, entre otros.. incontables los casos como para desconocerlos.

Pero hay otra cara de la moneda y es aquellas emociones que a fuerza de haberlas vivido han podido fortalecer muchas personas; al respecto se pueden evidenciar, por ejemplo:

  • El afrontamiento de la perdida: todos en este proceso nos vimos enfrentados a una pérdida de un ser querido; esto hizo que aun con la presencia del dolor, nos hiciéramos más conscientes de lo efímera que es la vida y más reflexivos frente a la necesidad de disfrutar más de lo que se tiene y de acumular menos; de llevar una maleta más liviana. La cercanía de la muerte nos hizo volver la mirada a la familia, a las cosas sencillas.

  • El autocuidado: a fuerza nos impusieron varias reglas de comportamiento para cuidarnos, y solo después fuimos conscientes que no debería ser una imposición sino un acto de responsabilidad consigo mismo y con los demás. Hoy es más frecuente que cada quien se autorregule y frente a un malestar asuma la utilización de tapabocas o el aislamiento.

  • La bondad: tal vez sea más impactante los actos de violencia, pero la pandemia también trajo consigo la solidaridad de mucha gente que pudo conocer las necesidades de otros y en múltiples actos de humanidad, ayudar a sus congéneres. Hay un despertar de sentimientos positivos hacia otros, hacia los animales y hacia el mismo planeta.

  • Creatividad: como nunca el género humano, desarrolló la capacidad de adaptación a una velocidad inverosímil, los procesos tecnológicos y de comunicación avanzaron a tal punto que se convirtieron en la base de la nueva normalidad. Nuevos negocios, nuevas formas de relacionarse; maneras novedosas de expresarse y de comunicar. Formas más agiles y modernas de realizar las mismas tareas, un ejemplo claro el del sistema judicial.

  • Adaptación, obsolescencia e incertidumbre: hemos aprendido a movernos en arenas inciertas; hay métodos, herramientas y procedimientos que se vuelven obsoletos en periodos muy cortos de tiempo; y rápidamente hemos aprendido a adaptarnos. Cuan diferente ha llegado a ser el sistema judicial, donde el documento original era la prueba persè y ahora podemos guardar los procesos en nuestros archivos , bajo nuestra propia custodia mientras avanza el proceso, y poco a poco se superó el papel obligado, por los correos y estados electrónicos; las audiencias orales tan ceremoniosas y rituales, se trasladaron a las salas de las casas, a los computadores o celulares; todos esos cambios posiblemente llegaron para quedarse o talvez cambien en cualquier momento por otro sistema más moderno, y nos volveremos a adaptar, porque la pandemia nos enseñó a desarrollar habilidades para aceptar que la obsolescencia es una cualidad de las instituciones que progresan y que vivir en la incertidumbre, tal como lo señala Edgar Morin es aprender a darle una coyuntura al cambio, a los contratiempos y las oportunidades. Vivir en el aquí y el ahora de forma consciente sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana.

 

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