Somos unas berracas


Escrito por: María Estefany Barrera Galvis.
Egresada uniciencista de la Facultad de Derecho.
Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario aplicado a Conflictos Armados por la Escuela de Derechos Humanos y Asuntos Jurídicos del Ejército Nacional de Colombia.
Magister en Seguridad Pública, Ciudadanía y Derechos Humanos de la Universidad del Estado de Amazonas Brasil.


Escribir sobre este tema es bastante complicado, porque existen varias perspectivas que, en algunos casos, antagonizan entre sí. Es un hecho cierto y conocido por el conglomerado que las sociedades han avanzado en materia de derechos femeninos, permitiéndole a la mujer desempeñar otros roles, además del de madre y esposa; por ejemplo, el de ciudadana. Sin embargo, aún falta mucho por hacer, como en todo; se supone que nos civilizamos generación tras generación entonces, no debería escandalizarnos el cambio. Este proceso de “sacar a la mujer de la casa” se encuentra en prueba piloto, pues todavía no tenemos una versión perfecta. Lo que nos lleva al primer cuestionamiento ¿es necesario tener una versión perfecta? ¡Por supuesto, señores y señoras!

¿Recuerdan su infancia? ¿Quiénes estuvieron a su cuidado día tras día? Mayoritariamente, madres, abuelas, tías: mujeres. Madres que no estaban listas para ser madres, porque, la verdad, nadie se imagina la magnitud de la responsabilidad antes de que le pongan al bebé en brazos y le den de alta casi que, al día siguiente, solo con un bon voyage. Abuelas que llevan décadas trabajando en casa, sin descanso, vacaciones, salario o reconocimiento alguno (porque es una obligación tácita). Cuando finalmente los hijos crecen y puede tener tiempo para ellas (o, mejor dicho, para atender sus achaques, lo que es normal), llegan los nietos deseados o no, y en ambos casos, cuidarlos a esas alturas de la vida, es un cansancio. Tías que, jurídicamente hablando, no tienen velas en ese entierro, pero la familia las empuja a cumplir con un deber imaginario; por eso antes ninguna quería quedarse soltera, en la casa paterno-materna, las convertían en esclavas modernas, todo a gratuidad.

La gente se reproducía sin haber preparado el escenario para la llegada de un bebé y les incomodaba la tranquilidad de la hermana soltera. Y nosotros (los niños de esa época), nos preguntábamos por qué esa tía era un ogro, pues pobrecita. Pregúntenle ahora a la joven desempleada de 25 años si está dispuesta a cuidar todos los días de los hijos que dejan sus hermanas y hermanos para atender otros asuntos (trabajo, etc.); claro que no, algunas veces, probablemente, pero siempre: olvídalo. Con remuneración o nada.

Pues esa ha sido la carga que se le ha asignado a la mujer ¿son conscientes de esto? La tarea de custodiar a las futuras generaciones no acaba con ser madre; espérate, que te faltan los nietos. ¿Y el abuelo? Tranquilo en su mecedora ¿se lo merece? Sin duda alguna, pero la abuela también. Abordo el tema de este modo, porque abundan las mujeres que trabajan de sol a sol para llevar el sustento a casa y pregonan que todo el esfuerzo para maniobrar el hogar lo han hecho solas; eclipsando el trabajo de otros miembros de la familia que han participado en la crianza de los niños. Nunca he visto un bebé de dieciocho (18) semanas de nacido que se atienda solo. Vale la pena mencionarlo porque, generalmente, son las abuelas (¡las suegras también entran en esta categoría, eh!) y las tías. Claro, los abuelos y tíos participan, incluso más que antes; pero, la mayor parte del trabajo se lo llevan ellas y la que se recuse es una desalmada.

Entonces, retomando el hilo argumental: ¿recuerdan su infancia? O, para ser más exactos ¿recuerdan qué comportamientos de las personas que estaban a cargo de cuidarlos en la niñez tornó un poco (o muy) difícil la vida? Acumulación de estrés, nuestras madres, abuelas y tías estaban estresadas ¡exhaustas! La carga laboral, la carga matrimonial, el drama familiar, la insuficiencia económica y el cúmulo de expectativas de realización personal no realizadas, hacen mella en una madre. Años de trabajo doméstico y despotismo, sumado a la total indiferencia del marido al perro (todos los miembros de la familia y la mascota), le amargan el genio a cualquier abuela. La coacción para asumir responsabilidades vitalicias ajenas, le vuela la cabeza a quien sea.

A lo que voy es que estas personas no son aptas para cuidar de un niño pequeño, en ese cuadro no hay salud mental 100% apta para esto. Los bebés callados y tranquilos que salen en la televisión son parte de la ciencia ficción. Los niños quietos, silenciosos y sumisos, apáticos al bullicio y al desorden que no muestran interés en manifestar su curiosidad u opinión, son niños que han sido expuestos a algún tipo de mal trato. Son necesarios los límites y las normas de urbanidad, pero los golpes, gritos e insultos se constituyen como demostraciones de violencia y las personas acuden a ellos, simplemente, porque les ahorra tiempo y esfuerzo. Pero los chicos no se educan.

Así las cosas, ya hemos abordado dos problemáticas. La primera es que “sacando a la mujer de la casa”, no estamos sacando a la mujer de la casa, estamos sustituyéndola por otras y aquí viene incluido el valor social que se le da a las personas de la tercera edad: ¿una abuela o un abuelo tienen la obligación de cuidar de sus nietos, porque ya no tienen edad productiva? Claro que no; la jubilación es el descanso, esa es la expectativa de una buena vejez y el trabajo de ama de casa también debería merecer jubilación, aunque fuera sin paga: hijo (a), no me des nada, pero no me haga la vida más difícil. ¿Una abuela o un abuelo tienen la obligación moral de cuidar de sus nietos? Tampoco, quien lo hace sin pedir nada a cambio es un altruista, pero no se le ve de este modo.

Este sistema de sustitución es un arma de doble filo, porque hace que las parejas se salten el paso de planificar lo que será la vida luego del nacimiento de sus hijos; hace veinte años no había tanto problema, pero ahora las cosas están comenzando a cambiar, la sociedad está cambiando y la familia a la par. Cada vez son menos los núcleos familiares numerosos; es decir, las casas de familia donde vivían todos los hermanos con sus parejas y los primos crecían juntos se están acabando. Las parejas se independizan, cambian de ciudad y cuando llegan los hijos sienten el golpe; la diferencia entre su niñez y el tiempo actual.

Ello supone más peso para la madre; siempre ha sido así, pero ahora no tiene quién le ayude. Dieciocho (18) semanas en casa con el bebé, las primeras dos semanas, gracias a la licencia de paternidad, no está sola; después comienza el calvario. ¿Han estado quince (15) días encerrados en casa con un recién nacido? Cada dos horas come, luego entonces, la madre no puede dormir más de dos horas; pero también tiene gases y demora 20 minutos para evacuarlos todos. Sentando por hecho que no sea un bebé de alta demanda y duerma al instante, mamá tendrá una hora y veinte (20) minutos de sueño antes de la próxima toma, porque tarda veinte minutos tomando leche y los gases, más o menos cuarenta (40) minutos despiertos en total. ¿Han dormido por intervalos de una hora y media durante meses?

Además, mamá también necesita comer, ducharse y hacer sus necesidades fisiológicas. Y la comida debe cocinarse, no aparece mágicamente, a menos que se compre hecha, pero no todas las familias pueden incluir ese gasto en el presupuesto. Eventualmente también debe organizar la casa, la ropa del bebé, etc. En conclusión, cuando el bebé duerma, ella deberá elegir entre: comer o dormir; comer o ducharse; organizar la casa o mercar; etc. He conocido mujeres que declaran no haber tomado agua durante el día para reducir el número de veces que necesitaban ir al baño.

Esa rutina hasta cumplir la licencia de maternidad y volver al trabajo, completamente agotada, con la mortificación de dejar al bebé de cuatro meses en un jardín infantil, donde constantemente se enfermará de gripe, pasará muchas noches constipado y no podrá dormir, impidiendo que mamá duerma, porque él no va a sufrir solo y en silencio; llorará, dado que es su único mecanismo de defensa (no un método para manipular a mamá) y no entiende que un resfriado tarda a los menos ocho días en pasar. La madre tratará de solucionar las necesidades de su hijo sin despertar en todas las ocasiones a su pareja, pues lo considera y se apiada de su sueño, aunque ella no haya podido dormir bien hace meses. ¿Por qué lo hace? Porque es cultural, no lo puede evitar.

También podría pagar una niñera, pero esto supondría que una desconocida con poco más que alguna cualificación laboral, dispondrá del bebé en un espacio solitario, durante a lo menos diez (10) horas diarias; motivo de mortificación para mamá. Sin embargo, eso no le ahorraría la jornada laboral nocturna, para cuidar al bebé. Y al día siguiente debe estar puntual en su trabajo, presentable y “en sus cinco sentidos”. Ahora, si es docente, ostenta un cargo directivo, manager, juez, fiscal, etc. Debe preparar su trabajo, no basta con llegar ¿cuánto tiempo dormirá al día?

Ahora imaginen a una ama de casa, teniendo esta vida por años; hace dos generaciones, quizás, pero ahora; olviden todos sus sueños e ilusiones para ser trabajadora doméstica, niñera y cocinera.

Y esto me lleva a la segunda problemática: la sobrevaloración negativa. Siempre hemos escuchado que la mujer es fuete y es capaz de mucho; la verdad es que el ser humano lo es; pero, esta sobrevaloración hacia la mujer se asocia, casi que exclusivamente, con la condición de ser madre: eres maravillosa, puedes hacerlo (sola). Incluso la carga educativa de unos hijos ya crecidos se deposita en la mujer; es la madre quien define aquello que los hijos pueden hacer o no, el padre está ahí, sí. Fungiendo como una Corte Suprema de Justicia: la última ratio.

En esos términos, la sobrevaloración es un sarcasmo y es negativa, porque solo vale para lo difícil, para el trabajo duro y “sucio”. Parece un castigo por parir: tú pares tú te resuelves.

Para finalizar, dejo algo muy claro: este problema no es culpa de alguien en específico, es cultural y está regado por todo el mundo, que no quepa duda. Es nuestra responsabilidad luchar contra esos valores arcaicos impresos en nosotros. Crecimos viendo esto, no lo hemos inventado, pero podemos abrirnos al progreso. Sentar por hecho que una madre tiene mayor responsabilidad en el cuidado de sus hijos es un error garrafal, generaciones enteras han quedado mal educadas debido a esto. Es un trabajo muy pesado que debe realizarse en equipo. Es un trabajo muy pesado que no puede imponerse a otros miembros de la familia, le compete a mamá y a papá; si alguien más quiere participar siempre será bienvenido, pero sus esfuerzos también deben ser reconocidos y recompensados. Basta ya de estar escondiendo bajo la alfombra que la mayoría de los colombianos fueron criados por sus abuelos (as) y tíos (as). Basta ya de asumir que por el hecho de ser mujeres las abuelas y tías tienen la obligación de participar y/o de “ayudar” en mayor medida que los abuelos y tíos.

Respecto al rol del Estado, es fundamental que la licencia de paternidad ostente el mismo periodo de tiempo que la licencia de maternidad; para comenzar, no habrá discriminación en la distribución de vacantes, pues en caso de embarazo, hombre y mujer se ausentaran de igual modo. Sin olvidar que ella tiene derecho a ser asistida en casa, nunca el nacimiento de un hijo será un suceso con menor dificultad. El embarazo es una condición física extenuante (gústele a quien le guste) y el cuerpo necesita tiempo para recuperarse; el parto es una maratón de tortura física y quien se somete a una cesárea va a tener dificultad para moverse durante meses. Así cuando llega el bebé, mamá está muerta de cansancio; si es primeriza no tendrá ni idea de qué hacer y si tiene más hijos deberá acostumbrarse a gerenciarlos a todos. Es decir, necesita de apoyo sí o sí.

En conclusión, que el hecho de ser berracas no nos convierta en pendejas.


 

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