La inversión extranjera, no es el ogro que algunos piensan


Escrito por: Alejandro Londoño Cárdenas.
Ingeniero de Sistemas con MBA y Estudios de DBA. Su campo de acción es el alineamiento estratégico de empresas e inteligencia de negocios; la reorganización, estructuración y valoración de compañías; la implementación de buenas prácticas de gobierno corporativo y manejo de problemáticas propias de empresas de familia. Participa activamente en juntas directivas y consejos de socios. Es conferencista sobre temas relacionados.
Consultor Empresarial y Representante de SAVIESA S.A.S.


Lo primero que debemos entender es que la inversión siempre será esquiva; al primer rumor o temblor, como animal sagaz, huye o desaparece; también se mira la inversión cuando las condiciones o reglas del juego no son claras o cambian permanentemente, con esto estoy hablando de la inversión sana porque al usurero, como buen ladrón, le encanta el caos y el desorden para sacarle partido a su jugosa inversión; y lo segundo, es que no existe bienestar sin desarrollo económico, y uno de los principales elementos para que esté presente el desarrollo, es la existencia de condiciones favorables para la inversión.

Es muy común encontrarse en reuniones sociales personas que atacan de diferentes maneras la riqueza y de paso a las grandes empresas, terminando desde luego, con las empresas extranjeras.

Este fin de semana, por ejemplo, asistí a una reunión familiar que incluyó la celebración de una misa, allí el sacerdote, que por cierto era bueno, en su discurso atacó la inversión extranjera, defendiendo, aclaro, una causa loable como el Páramo de Santurbán. Posteriormente, cuando estábamos en alguien en la mesa reunidos afianzando ese discurso, comentó que era “el colmo los beneficios otorgados por la nueva reforma tributaria a las grandes empresas que generalmente son extranjeras”-; y concluyó su intervención así: “Les dan a los que más tienen para quitarle a los que más lo necesitan”.

De mi cara salió el emoticón de la pequeña sonrisa, luego la mirada de ironía y finalmente vino un ligero movimiento de negación; entrando en la conversación le pregunté a los presentes: ¿ustedes saben cómo se genera desarrollo? Me refiero al verdadero desarrollo económico y social.

Los pueblos del mundo luchan por atraer inversión, y mucho más deberían luchar por atraerla aquellos que padecen de mil necesidades. Nuestro vecino cercano socavó la inversión, sintiéndose auto-poderoso, dizque queriendo favorecer a los más pobres con su grito “exprópiese”. ¿Qué quedó? Un pueblo destruido (hoy el 90% están en la pobreza).

Cuando los pueblos son ricos es fácil que exista suficiente inversión interna y externa, pero cuando son pobres y desorganizados es muy difícil encontrarla. Usualmente, con la inversión viene la innovación y el conocimiento, y con ellos cogidos de la mano los adelantos tecnológicos, la eficiencia y la productividad, es por eso que los asiáticos hoy son potencia mundial, porque han sabido halar la inversión a su territorio apenas un par de décadas atrás, buscando un mejor bienestar y gracias a su iniciativa, ya sacaron a 500 millones de la pobreza, de una población total que hoy supera los mil trecientos millones.

Siguiendo con los ejemplos que actualmente nos rodean a diario, el metro de Bogotá lo construirá una empresa china porque tiene el conocimiento y la experiencia suficiente (antes solo sabían cultivar arroz); O qué pretendíamos, qué un proyecto de esa magnitud lo hiciera un paisano bien recursivo. ¿Qué paso con EPM e Hidroituango? Escuchamos en esos grandes debates nacionales de señalamientos, dentro de las hipótesis más válidas, que era que los paisas como buenos paisas (aventajados), por quererse ganar todo, se sintieron confiados y desestimaron los riesgos, y por ahí de paso, la experiencia de los que realmente sabían (los extranjeros).

Mi propuesta es que dejemos de vernos el ombligo, no le tengamos miedo a la inversión interna, y mucho menos a la externa (venga de donde venga) ¡La necesitamos si queremos mayor bienestar, crecimiento y desarrollo! Definamos condiciones claras y estables (entre ellas, el cuidado del medio ambiente, por ejemplo) y evitemos que el gobierno de turno la espante o despedace, arropado en consignas populistas. Estamos en un sitio estratégico para el comercio y el turismo, y podemos, si lo soñamos y nos lo creemos, volvernos fácilmente en un país que marque el nuevo liderazgo en América Latina, como en algún momento lo fue Singapur o Japón para los asiáticos.

¡Ah! y entendamos, nosotros podemos creernos que a la inversión extranjera le podremos cobrar esta vida y la otra en impuestos, pero nos equivocamos, es como pretender que el vecino resuelva nuestros problemas. Los inversionistas no son bobos, ellos escuchan, estudian, y lo más importante, comparan con otras alternativas (en otros países o regiones), y deciden generalmente por la opción que más les ofrezca ventajas. La ecuación está bien definida, y la enseñan en los primeros días de cualquier asignación básica financiera: riesgo versus rendimiento, o visto de otra forma, costo versus beneficio. ¡No hay que olvidarlo!


 

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